Por: Oscar Javier Arciniegas Garzón

Estamos en una sociedad colombiana con bastantes factores que inciden en el establecimiento de malos hábitos en niños, niñas y adolescentes. Uno de los principales factores tiene que ver con las condiciones socioeconómica de las familias.
En Colombia, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE, la pobreza monetaria rodea casi el 60% de la población, lo que refleja dificultades en los niños y jóvenes para acceder a una educación de calidad, servicios de salud integrales y actividades recreativas de interés. En ese sentido, esta población tiene condiciones desfavorables y prácticamente los niños y adolescentes son obligados a asumir responsabilidades prematuras o vivir en contextos de vulnerabilidad que afectan su desarrollo integral y dentro de ellos, la incorporación de hábitos relacionados con la alimentación, actividad física y patrones de rutinas en la cotidianidad escolar.
Otro factor es el entorno familiar y social, dado que, las familias se encuentran en la búsqueda de recursos económicos para cubrir sus necesidades básicas y los hijos quedan sin una supervisión parental efectiva, sin establecimiento de límites claros y la exposición a dinámicas familiares conflictivas que pueden llevar a los jóvenes a desarrollar hábitos perjudiciales, como el consumo de sustancia, desinterés por la educación y la procrastinación que van menguando al bienestar de los niños, niñas y adolescentes.
De igual forma, por ese escaso control parental, muchos niños y jóvenes tienen excesivo uso de las pantallas, lo cual puede generar dependencia digital, afectar el desarrollo de habilidades sociales y disminuir el tiempo dedicado a actividades esenciales como el estudio, el ejercicio o el descanso. Además, la exposición a contenido inapropiado o dañino puede influir negativamente en la conducta y valores de los adolescentes.
Aunado a lo anterior, el uso excesivo de las pantallas ha contribuido al aumento del sedentarismo y un incremento de la pereza de hacer las cosas cotidianas generando dificultades dentro de los hogares. Por otro lado, la inseguridad en las ciudades a reducido los espacios para la práctica de alguna actividad física, y en otros casos ni si quiera existen esos espacios adecuados para la práctica de algún deporte, como ocurren en los municipios de la periferia o zonas rurales del país. Esa situación puede afectar la salud física y mental de los jóvenes, generando problemas como el estrés, la ansiedad y enfermedades asociadas a la inactividad.
Existe un factor que sólo basta con observar las góndolas de los supermercados para darse cuenta de la amplia disponibilidad de alimentos ultra procesados accesibles para los niños, niñas y adolescentes y que se une con la falta de información sobre estos alimentos que pueden llevar a un consumo excesivo de productos poco saludables. Esto, sumado a una baja educación alimentaria, puede contribuir a problemas como la obesidad, la diabetes y el bajo rendimiento académico debido a una alimentación deficiente.
Precisamente, el bajo rendimiento académico no sólo se debe a una variable de alimentación inadecuada sino a una influencia del entorno educativo, el cual se da por la calidad, la pertinencia de la educación y la presencia de programas de bienestar que juegan un papel fundamental en la formación de hábitos. Definitivamente, una educación deficiente o un ambiente escolar poco estimulante pueden generar desmotivación, dificultades en el aprendizaje y falta de interés por el desarrollo personal de niños, niñas y adolescentes.
Lo anterior son algunos puntos centrales del por qué existe la facilidad en niños y jóvenes de tener malos hábitos en Colombia, lo cual notablemente es una realidad innegable, sin embargo, existen diferentes estrategias que contrarrestan esa realidad y es posible establecer buenos hábitos sostenibles en el tiempo con decisión, motivación y constancia.